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  • ¡Viva El Pueblo de Mocha!.

    Un rincón del Edén.
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Relatos de Mocheños: Historias y Leyendas

Viaje a Mocha en el verano de 1970

Escrito por Zenón Pérez Rivera. Publicado en Relatos

Voy a contarles un viaje a Mocha que no se ha borrado de nuestros recuerdos, allá por el  año 1970 como era ya costumbre mi padrino, y tío a la vez, Francisco Rivera Vilca (Pancho Rivera: Profesor de la escuela de Mocha en esos años) acostumbraba a llevarnos en el periodo de vacaciones escolares a mi hermano Pancho (Pancho Pérez) y a mí, al muy recordado y añorado Pueblo de Mocha.



Nosotros esperábamos, después de la visita del Viejo Pascuero, que pronto llegara el día 15 de enero, fecha de pago de los profesores en aquel entonces. Pero en esa oportunidad mi Padrino nos envió con mi abuelito José Rivera Argote, ya que él debía permanecer por algunos días más en la ciudad de Iquique por motivo de cursos de perfeccionamiento.

Cada vez que llegábamos desde Mocha, con mi hermano contábamos la aventuras que pasábamos al resto de la familia, es así que en ese año Mario Vilca Orrego (Q.E.P.D.), hijo de Vidal Vilca Valverde y Julia Orrego, se entusiasmó y nos acompañó en este viaje.

El inicio del viaje lo hicimos en el camión de la “Virgen de la Candelaria,”        un camión de características similares al de Lucho Helena y Germán Lafuente (ambos profesores de Huaviña y Mocha, respectivamente), salimos desde Zegers (casa de mis padres) en el atardecer. Todo iba bien, pero antes de llegar a Huara, el motor del camión comenzó con su primer problema, el chofer comunicó que dormiríamos en Huara a la espera de un repuesto, dormimos y amanecimos en la carrocería del camión, más tarde mi abuelito José nos llevó a almorzar en un restaurante de Huara,  pedimos charquicán, era primera vez que lo comíamos, lo encontramos muy rico (habrá sido por el hambre…), en nuestras mentes fantasiosas nos acordábamos que habíamos leído en las historietas de Mampato que en el período de la colonia uno de los platos era el charquicán y le preguntábamos al abuelo que contenía, recuerdo que nos dijo que tenía charqui, papas, cebolla a la pluma, zapallo entre otros alimentos, a todo esto Mario también lo encontró rico y nos contaba que el “arroz a la jardinera” era su plato favorito preparado por su mamá, y así seguimos conversando de comidas hasta que ya eran como las cuatro de la tarde y el repuesto nada de nada, por otro lado para escapar del calor el chofer estaba tirado bajo el camión en una siesta placentera, una vez que abrió un ojo, ya que nosotros estábamos al aguaite, respetuosamente mi hermano Pancho Pérez le preguntó acerca del problema y cuándo llegaría el repuesto, sin entender  ni jota del tema en sí, en aquel año nosotros aún éramos muchachos entre 11 y 13 abriles, como decía mi tío Yoyo (Isidoro Rivera Vilca) “cabritos Tiernos”, luego los demás pasajeros empezaron a reclamar, a eso de las 19 o 20 horas, el chofer se animó y con una gata levanto la rueda trasera del camión, la hizo girar y el motor partió, retomando el viaje a Mocha.

Ya de Noche y más menos faltando 1 kilómetro para llegar a Corralones, el motor se detuvo en una subida con bastante pendiente y hasta ahí nos llegó el entusiasmo, deben haber sido alrededor de las 02 horas, así que se decidió dormir nuevamente en la carrocería del camión, íbamos como unos 10 pasajeros. Una noche muy linda, con luna y estrellada, de esas que nosotros conocemos muy bien.


Al día siguiente nos despertó la frescura del amanecer y cuando empezaron a verse los primeros rayos del sol, el tío Bruno Núñez se paró y comenzó a buscar sus cosas porque se iría a pie, mi abuelo al ver esto habló con el tío Bruno y luego nos dijo que lo siguiéramos, al Pancho Pérez en una manta le envolvió un canasto que contenía mercadería, el Mario sólo se llevó su bolso y a mí me cargaron con dos paquetes de mantequilla y un collera de cojinova (2 pescaditos de ese entonces), mi abuelito le encargó a mi hermano que llegando al pueblo junto al Pepe (José Rivera Cáceres, primo) ensillaran al caballo y al burro para que lo fueran a buscar.

Bruno Núñez era de poco hablar, tomo sus cosas y emprendió el camino, yo lo seguí en una mano con las dos cojinovas y en la otra los dos paquetes de mantequilla, por detrás mi hermano y primo Mario (era tío, pero nos tratábamos como primos) nos seguían, pero el tío Bruno tomo un tranco firme y parejo, yo traté de seguirlo, ya que a mi hermano, con el bulto le costaba más, y a Mario también, por su dificultad al caminar y sobre todo en un terreno bastante irregular, en la primera bajada de Quebrada Honda no pude mantener las cojinovas sin tocar el suelo, así ya viendo lo dificultoso del viaje, me metí cada pan de mantequilla en cada bolsillo del pantalón y las cojinovas las cambiaba de un brazo a otro.

Seguía al tío Bruno sin perderlo de vista, pero tampoco quería que se me perdieran de vista los que venían por detrás, de todas manera privilegié seguir al tío Bruno. Él, de vez en cuando, miraba para atrás y continuaba su tranco.

Al llegar al alto, se comenzó a divisar Mocha y ya estuve más tranquilo. Al tío Bruno, ya apenas lo veía, continué por el camino y siguiendo sus pasos frescos, más tarde Pancho Pérez me comentó que él con Mario seguían las huellas que yo iba dejando con las colas de las cojinovas.

Llegué al río y lo primero que hice fue lavar las cojinovas, luego subí por el callejón y llegué a la casa de la Abuelita (Celia Vilca Valverde) le pasé las cosas y le comenté lo sucedido y que Pancho con el Mario venían más atrás. Salimos y divisamos que venían más abajo de la cruz que está en el cerro frente al pueblo.

Mi abuela, apenas le pasé las cojinovas, las limpió y las echó a freír. Cuando llegaron Pancho y Mario, nos sirvió el almuerzo,… NUNCA he comido un pescado más rico en Mocha que el de ese día. Luego mi abuelita envió a Pepe con Pancho a ensillar los animales, mientras ella preparaba una vianda para el abuelo.

Más tarde y cerca de las 14 horas fueron a buscar al abuelo, en el Copihue (caballo) y el Mani (el burro) y alrededor de las 18 horas ya todos habíamos llegados a nuestro destino.

Un viaje que en ese tiempo duraba alrededor de 6 horas, se transformó en uno de casi dos días.

Para finalizar, lo más recordado por años con mi hermano y primo Mario fue este viaje, los porrazos que nos pegamos en las bajadas de Quebrada Honda y sobre todo, lo más rico fue el charquicán y el pescado.

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