Bienvenido/a

Fresca agua cristalina proveniente de manantiales cordilleranos, que sacia la sed y limpia el cuerpo en garantizados trescientos cincuenta asoleados días del año, un cielo límpido y azul de día que se transforma en un manto estrellado en la noche, con vista obligada a las lejanas galaxias y al movimiento de los satélites; la luna, farol de los enamorados, que permite ver la silueta de los acuarelados cerros que lo rodean, alumbrando los sinuosos senderos del caminante de las tropas ancestrales y del visitante motorizado actual; el rico y fértil valle que provee de verduras y frutas, con el distintivo aroma a tierra labrada, mojada, preñada, mezclándose con el olor de leña y del pan amasado, cautivo en el interior de un horno de barro, mismo material de sus típicas casas; la belleza de su flora y fauna, protegidos por los sauces, molles y perales, bañados todos por un indefenso y solidario riachuelo que se agranda en Febrero, pudiendo ser muy devastador, haciéndose oír, estrepitosamente, en su recorrido, por el eco de los cerros, que parecen atrapar la voz del Creador en el pueblo con los truenos que anticipan la lluvia del resto del año y el derrame de lágrimas de las quebradillas que en sus recovecos esconden, discretamente, el valioso mineral de cobre y otros más. Su gente, ahora dispersa por Chile y el mundo, se reúne todos los años, junto a sus santos patronos San Antonio, Virgen Candelaria y Virgen de Lourdes, para revivir sus tradiciones, energizarse, agradecer a la pachamama, vientre materno y dueña de este terruño, y saludarse en el encuentro fraterno anual, cuando los más jóvenes oyen ávidos los relatos de sus mayores, quienes recuerdan la música, historias y anécdotas de los que ya partieron al Paraíso. Bienvenidos a MOCHA, un rincón del Edén.